Resulta indignante que nombres de peso en la cultura paraguaya, como el profesor y promotor del guaraní Ramón Silva y la actriz de comedia Clara Franco, deban recurrir a la solidaridad ciudadana para costear sus tratamientos médicos.
Mientras ellos apelan a la empatía de la gente, el Estado y la Secretaría Nacional de Cultura permanecen en silencio, revelando una vez más el abandono hacia quienes han aportado tanto al país.
Ramón Silva, incansable difusor de la lengua guaraní, permanece internado en un sanatorio de Asunción aguardando una cirugía maxilofacial programada.
Su caso desnuda la precariedad de un sistema que no protege a sus propios baluartes culturales. Por su parte, Clara Franco enfrenta una fractura en la muñeca y deberá someterse a una operación, dependiendo de la ayuda de los Bomberos Voluntarios de Ñemby y del cariño de sus seguidores.
Lo que debería ser un compromiso estatal se convierte, una vez más, en una carga para la ciudadanía, que acude a colectas y aportes para sostener a sus artistas. La situación pone en evidencia una contradicción dolorosa, el Paraguay aplaude a sus figuras cuando brillan, pero las olvida cuando más necesitan apoyo.